Por: Montgomery Piedra V.
Este cuento de todos los derechos al revés no son únicamente para establecer que el autor de una obra cede sus conocimientos a quien los necesite sin ningún costo o cláusula privativa, sino que también sensibilizan a compartir en la interdisciplinariedad, al buen comportamiento y a respetar el ser humano.
¿Por qué si somos capaces de soltar información que en ocasiones agrede a las personas, y justo a las que más queremos, no somos también valientes y enviamos información que haga amigos y no enemigos?
¿Por qué quedarse con el cambio de más en una compra, a sabiendas que el error económico lo paga alguien, que termina siendo el empleado que en la mayoría de los casos no se gana ni el salario mínimo?
¿Por qué se condena a dos o tres años de cárcel a un hombre por robarse cuatro cubos de caldo de gallina que valen en promedio mil pesos y se le da una pena de cuatro años a los que se roban 150 millones de dólares?
Pero ¡ojo!, volviendo al trabajo, y esto no está al revés: es en su tiempo libre que algunos hackers desarrollan programas que terminan distribuyendo gratuitamente a los demás. No confundir la ética hacker con el palabras de mi abuelo: “Dios me lleve y Dios me traiga”, -ética protestante con espíritu religioso-, para referirse al que espera que todo le llegue hasta la puerta de la casa, desde el cielo.
Las cosas al derecho para la cultura hacker en la vida, no son el trabajo o el dinero, sino la pasión y el deseo de crear algo que sea, desde un punto de vista social, valioso (Torvalds).
Y regresando a lo copyleft: si la vida social abarca la necesidad de pertenencia, reconocimiento y amor, ¿para qué embriagarse hasta el amanecer y ser testigos de curaciones milagrosas en donde el alcohol limpia las heridas, en lugar de vivir apasionadamente entretenidos en un estado de motivación por algo intrínsecamente interesante, atractivo y gozoso como lo habla Torvalds?